Albada 227


IMUN COELI
(30-1-2011)


Laura. Mujer. Nacida un siete de diciembre justo cuando el Sol, la Luna y los planetas atravesaban la Cuarta Casa del firmamento en el hemisferio Norte del planeta Tierra, SW de Europa, NE de España. Sagitario con ascendente en Sagitario. Como la criatura que la representa, mitad humana mitad caballo, cazador salvaje, dedica toda la vida a la búsqueda del conocimiento. Aficionada a los viajes y al estudio, persona inquieta y entusiasta, proclive a apasionarse rápidamente por las grandes ideas, por los proyectos ambiciosos. De carácter muy expansivo, así concluía la carta astral convenientemente certificada y avalada por el Astrology Institute of the University of Minnesota (USA); tan bonita era aquella carta –bonita, así la calificaron las amigas que tan efusivamente se la ensalzaron al regalársela (¡ah, aquellos colores brillantes de las esferas plagados de trazos tan extraños, tan sugerentes, decían)–, que su madre decidió enmarcarla y colgarla en el salón, justo entre el bodegón que pintó la hermana mayor cuando al parecer barruntaba dotes artísticas –de las que luego, cuando se echó el primer novio, nunca más se supo– y el relieve labrado en plata de “La Última Cena” –antigua y muy preciada posesión familiar– que las tías Josefina y Marta les dejaron como herencia.

Hacía mucho tiempo –¿cinco años, seis?– que Laura no había vuelto a pensar en la cartulina con la bóveda celeste, que todavía colgaba de la pared. En el bar, durante el descanso del almuerzo, alguien de la oficina habló sobre el nuevo signo del zodiaco al ver el consabido horóscopo mientras pasaban veloces las páginas de la revista de cotilleo… pero entre “pasarse”, también velozmente, la bandeja con las pastas de té y arrebatarse la hoja donde ni siquiera se adivinaba el rostro del bebé de los Barden and Pe, el tema del tal ofiuco/serpentarius no había dado entre los compañeros ni para un comentario. Sólo Laura, más pensativa y callada de lo que en ella era habitual, acarició la medallita de oro grabada con el centauro y su flecha, y mientras asentía con la cabeza los chismes del corro pensó que de sagitario con ascendente en sagitario ya nada… que ahora, de buenas a primeras, resultaba que era una… ¿ofiuco?… y que tras Júpiter en la cuadratura de Saturno, y los millones de estrellas, conjunciones y otros tantos mundanos y absurdos saberes, había pasado en un abrir y cerrar de ojos de veloz arquero a serpiente enroscada en medio del cielo… pero que sin embargo ahora entendía…

A la mañana siguiente, tras el susto y el poquito de escándalo que su desaparición, sin ninguna explicación ni causa justificada previa, causó en la pequeña ciudad de provincias, la familia y la policía tuvieron claro que Laura había abandonado voluntariamente la casa aprovechando la oscuridad de la noche y que todos dormían (faltaban dos maletas y gran parte de su ropa…). Siempre había sido la más callada y reservada de los hijos, la más silenciosa, ¡más bien rara, si casi parecía deslizarse cuando andaba por la casa¡ dijeron entonces… Sólo aquella huella de escamas blanca y rosa, casi plata, que se encontraron desde el borde de la ventana abierta hasta su cama les despistó un poco… y hasta hubo quien dijo que aquello le recordaba a una enorme e imposible camisa de serpiente…