Hojas de acebuche


Geórgicas, vv.298-314

Cuida que a poniente las viñas no te miren
ni plantes avellanos por medio de las vides,
ni escojas los vástagos más altos, o bien,
no podes los esquejes de la copa (tanto es
su amor a la tierra), ni con el romo podón
los pámpanos lastimes, ni plantes intercalados
troncos de acebuche. Pues más de una vez
a los pastores cuando están desprevenidos
se les escapa el fuego, que se mete primero
escondido debajo de la untosa corteza
y se propaga todo alrededor del tronco
y la llama al saltar a las hojas más altas
provoca un tremendo estallido en el cielo;
sigue desde allí y se apodera de las ramas
y reina por las altas copas y el bosque entero
envuelve con las flamas, y al cielo negra nube
arroja engordada de espesa resina,
sobre todo si se echa encima la tormenta,
y se revuelve el viento que aviva los incendios.
Cuando esto sucede no se nutren las vides
de la raíz ni pueden si se podan revivir,
ni salir otras nuevas en esa misma tierra;
se salva, con sus hojas de hiel, el acebuche.