Dolores con gusto

¿Qué podría decirte,
ahora que se trepan por el cuerpo
cien relojes atrasados?
Tic-tac... me arrancan todo y de todo,
me roban la carne joven,
me envuelven en vainas viejas.
Qué te daría
para que olieses el peso de un invierno
después de aquel invierno,
para que lamieras un único
atardecer del sol entre mis piernas.

No padece el ánimo en la calma densa.
Se traba a ese amparo narcótico
que me dura contiendas y batallas.
Aún así, termino extrañando un cobijo.
Descubierta,
es más fría la pulpa que se rasga.

¿Qué podría decirte en esta hora
cuando desmontan su escoba las brujas?
Te diría que llegaron los eclipses,
y aquel rastro de plumas en la hierba.
Sin alcanzar a cumplirse ni una sola profecía
se secó en la mano el poso.
Fue el futuro un manojo de líneas retorcidas.

Ocurre cada madrugada: que me duelo
y acudo a regodearme en los dolores.
Que me escuezo y asisto a mi escocedura.
Que me congelo y se acerca a cobijarme
hasta el más holgazán de mis fantasmas.

Elisa Berna Martínez